¡Sólo 3 personas en 21 años me han preguntado por qué el nombre de nuestro centro de buceo es l’Àmfora! Ya que veo tantas ganas de saberlo, os lo explicaré, y de paso, hablamos de las Ánforas, que también puede ser interesante.
Lógicamente al decidir de montar un centro de buceo en la Costa Brava teníamos que elegir un nombre de empresa, y no es nada fácil. Tenía que cumplir varias ideas: un nombre corto, que fuera algo del Mediterráneo, en catalán i original. Así surgió el nombre.
La idea viene de mis primeros buceos en la costa de Tarragona, donde después de un temporal encontrábamos cuellos y trozos de ánforas esparcidos por el fondo marino. ¡Las ánforas siempre me habían fascinado!
Pero hablemos de qué es una Ánfora… pues explicado a lo simple, es el tupperware de los romanos y griegos (aunque ya se utilizaban mucho antes por parte de otros imperios).
Realmente es un recipiente cerámico de gran tamaño con dos asas y un largo cuello estrecho que servía para transportar (principalmente en barcos) y almacenar: aceite, uvas, pescado, salsas, diferente tipos de cereales, … o el garum, que se usaba como salsa, como aderezo en los aliños, adobos o marinadas, como elemento básico para aportar el gusto salado en un guiso o como toque final de los platos. En total, se han identificado alrededor de 66 tipos distintos de ánforas (griegas, egipcias, romanas, galas, …). Las ánforas variaban mucho en altura. Las más altas llegaban a medir hasta 1,5 metros mientras que otras tenían menos de 30 centímetros, aunque la mayoría eran de 45 centímetros.
Muchos barcos acabaron siendo naufragios (pecios), y con ellos gran cantidad de ánforas romanas quedaron en el olvido. Así pues este recipiente podemos decir que está muy unido al fondo marino. Siempre que imaginamos una ánfora, al menos yo, me la imaginaba colocada en un fondo de arena.
Uno de los más importantes hallazgos (hay cientos catalogados y otros cientos que ni deben haber sido descubiertos) sobre ánforas se realiza hace muy pocos años bajo las aguas del mar Jónico, cerca de la isla de griega de Cefalonia, de los restos de un barco de época romana (posiblemente de entre los siglos I a.C. y I d.C.), de grandes dimensiones (33 metros de eslora), y con un cargamento de nada más y nada menos que 6.000 ánforas.
Monte Testaccio
Para que podamos entender la cantidad de ánforas que se movían en el Mediterráneo, debemos saber que es el Monte Testaccio.
El Monte Testaccio o Monte dei Cocci es una colina artificial construida durante los siglos I y III d. C. en la ciudad de Roma, cubre un área de 20 000 m² en su base y se alza hasta los 35 metros. La colina, de forma triangular, está compuesta por restos de alrededor de 53 millones de ánforas rotas con cal por encima que evitaban los males olores. No era rentable lavar los recipientes y enviarlos de vuelta a su lugar de origen, así que al llegar al puerto de Roma se vaciaban y se rompían en trozos, que eran acumulados en una zona llamada monte Testaccio. Las excavaciones arqueológicas indican que la colina no fue un basurero fortuito ni desordenado, sino una estructura llevada a cabo de manera disciplinada, elevada por terrazas con muros de retención también hechos de trozos de cerámica.
Ánforas y la Costa Brava
Hoy en día sabemos que un tapón de corcho sumergido mantienen su estructura celular y con ello sus propiedades durante más de 2.000 años. Muchas ánforas utilizaban tapones de corcho para sellar y proteger los productos de su interior.
Cerca de las Islas Formigues (Palamós) se encuentra el pecio romano imperial (s. I d.C.) mejor conservado de Cataluña y uno de los mejores ejemplares de la costa Mediterránea. Sus abundantes ánforas, aún con sus tapas intactas de corcho y cerámica, guardan el preciado garum, probablemente de la Bética, y aún pueden contarnos muchos secretos. Este tipo de embarcaciones podían llevar entre 1.000 y 2.000 ánforas. Se encuentra a una profundidad de unos 40 metros pero no es posible visitar esta zona durante un buceo recreativo, queda cerrado al buceo científico/arqueológico.
En los últimos 17 años, el Centre d’Arqueologia Subaquàtica de Catalunya (CASC) ha localizado 806 yacimientos en la Costa Brava, la mayoría de ellos de época romana. Durante los años 70 y 80 muchos de estos pecios fueron saqueados por buceadores furtivos o aficionados en busca de recuerdos. La venta o posesión de ánforas está prohibida y son denunciados por la Guardia Civil como delitos contra el patrimonio histórico y receptación.
El rápido avance de las tecnologías y el abaratamiento de los equipos de prospección (como la sonda hidrográfica o un sónar de barrido lateral) hacen temer que otra vez se vuelva al expolio de los yacimientos arqueológicos subacuáticos de la Costa Brava, algunos por debajo de los 50 metros de profundidad, protegidos por esta situación hasta ahora. Los grandes temporales de invierno, como el Gloria (que sufrimos del 20 al 23 de enero del 2020), ayudan a desenterrar los pecios cargados de ánforas y esto ayuda a ser localizados y expoliados. Una ánfora, en el mercado negro, puede llegar a venderse por 2.000 euros.
¿Existirá un turismo arqueológico subacuático?
La conciencia social que hay ahora sobre la necesidad de preservar el patrimonio cultural es la clave para proteger estos yacimientos de ánforas. Sería increíble poder bucear a nivel recreativo entre ellas, aprender de nuestro pasado, observar el trabajo de los arqueólogos submarinos y disfrutar de estos lugares históricos, como se hacía en el 2013 en el Yacimiento submarino BOU FERRER de Villajoyosa (Valencia), un pecio repleto de ánforas (unas 3.000 ánforas) a 25 metros de profundidad. Las visitas subacuáticas guiadas al pecio se completaban con un previo recorrido museístico que permitían observar y aprender de algunas de las piezas halladas en la embarcación. Un turismo arqueológico subacuático de gran nivel que a mi personalmente, me encantaría realizar, todo un sueño.